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17/12/2024
04/12/2024
Las anamorfosis, que desde antiguo fueron recurso para la ocultación o juego artístico, ponen de manifiesto otro aspecto de la percepción visual.
Hablamos de anamorfosis cuando la imagen se deforma mediante proyección o perspectiva distorsionada, lo cual es reversible al situarse el observador en una posición o punto de vista específico, o bien empleando un dispositivo óptico especial. Hay dos tipos principales de anamorfosis: oblicua y por espejos.
Posiblemente las anamorfosis sean casi tan antiguas como el arte. Piero de la Francesca las describe en su tratado sobre perspectiva (1474). Quizá la más célebre sea la del cuadro Los embajadores, de Hans Holbein Jr. (1533), a cuyos pies se puede apreciar, al mirarlo desde un punto muy abajo y a la izquierda, una misteriosa calavera.
Como Leonardo, maestro de criptografía, posiblemente Holbein quiso a la vez mostrar y ocultar esta imagen en una obra, por otra parte, repleta de símbolos.
Durante el Barroco las anamorfosis se popularizaron en gabinetes con marcas u orificios para guiar al observador, como el Gabinete de anamorfosis piramidales de Jan de Breuil, y se emplearon a menudo en la creación de perspectivas ilusionistas y trampantojos.
El arte contemporáneo ha retomado con fuerza las anamorfosis, tanto en formas relativamente tradicionales como murales y pintura callejera.
Vivimos en un mundo donde las anamorfosis se han integrado como una técnica más en la producción cotidiana de imágenes. El cinemascope obtenía el efecto panorámico mediante lentes que comprimen horizontalmente la imagen al filmarla y la expanden al proyectarla. Actualmente, en uso más común está en el diseño gráfico para envoltorios y embalajes, así como en la señalización de tráfico: las letras y flechas en la calzada se pintan de forma que su apariencia “normal” se consigue desde el punto de vista rasante del conductor.
Las anamorfosis ponen de manifiesto otro aspecto oculto de la visión, de cómo la percepción de las formas depende de la adecuada perspectiva y de nuestra capacidad (y límites) para adaptarnos a sus cambios.
Profesor Rafael I. Barraquer, director médico del Centro de Oftalmología Barraquer