El test de osmolaridad: ¿En qué consiste?
22/11/2024
23/10/2024
Cuando la luna sale o se pone nos parece muy grande. Se trata de una de las ilusiones perceptivas conocidas desde más antiguo, pero sobre cuya causa todavía no hay consenso entre los expertos.
La creencia popular suele atribuir este fenómeno, ya descrito por Aristóteles, a un efecto óptico de magnificación por la atmósfera. Pero mediante fotografías repetidas se comprueba fácilmente que tal magnificación no existe realmente: el tamaño del astro es idéntico en el horizonte y en el cenit. ¿Por qué, entonces, casi todos los observadores creen ver una luna más grande cuando está baja?
La ilusión se da incluso ante un dibujo con una luna en el horizonte y otra idéntica en lo alto. La respuesta no es simple.
La de la luna parece en todo caso pertenecer al grupo de ilusiones sobre el tamaño aparente, como la de Ponzo o la de Ebbinghaus.
Ilusión de Ponzo
La primera consiste en dos líneas horizontales idénticas que se sitúan entre otras dos convergentes como vías de tren, en realidad paralelas, que se alejan hacia el horizonte. El “travesaño” de arriba estará por tanto más lejos y en consecuencia deberá ser más largo para producir una imagen retiniana de igual tamaño que el de abajo, más cercano.
En el caso de la luna en el horizonte, se vería más grande porque parecería estar más lejos que en el cenit. De hecho, cuando se hace una foto con teleobjetivo, el astro se ve muy grande en comparación con los objetos como árboles o edificios en la misma línea de mirada. Ya que el ángulo visual de la luna no cambia con la distancia y sí disminuye el de los objetos terrestres lejanos, esto nos induce a creer que la luna debe ser más grande.
Ilusión de Ebbinghaus
La ilusión de Ebbinghaus nos muestra otra cara de la percepción del tamaño relativo. Consiste en dos grupos de círculos: los centrales en ambos son idénticos, pero están rodeados en un caso de círculos más pequeños y más grandes en el otro. Esto hace que parezca más grande el círculo central rodeado de pequeños que viceversa.
Existen múltiples variantes que resaltan la importancia del contexto, la presencia o ausencia, tamaño relativo, proximidad, etc., de los objetos vecinos en este aspecto de la visión.
Se ha argumentado, no obstante, que tanto la ilusión de Ponzo como la de Ebbinghaus se refieren a objetos dentro de la distancia en la que son operativas las claves de la visión estereoscópica y la luna está mucho más allá. Según el psicólogo A. Trehub, a consecuencia de nuestras necesidades evolutivas, dedicamos más recursos visuales al espacio vecino y en el nivel horizontal, y menos a todo los que está muy alto o muy bajo.
Eso explicaría que el tamaño de los objetos al nivel de los ojos sea percibido como más grande que el de los mismos objetos al mirar hacia arriba, o que la bóveda celeste nos parezca aplanada y por tanto el horizonte parezca más lejano, así como la luna baja, la cual pasaríamos a percibir automáticamente como “grande” de forma compensatoria. Sin embargo, una mayoría de sujetos responden que la luna en el horizonte “se ve más cerca”… La cuestión sigue abierta.
Profesor Rafael I. Barraquer, director médico del Centro de Oftalmología Barraquer