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17/12/2024
20/11/2018
El 20 de noviembre se celebra el Día Universal de la Infancia. Nos sumamos a esta celebración con unas recomendaciones de salud ocular para los bebés.
El sentido de la vista es uno de los más importantes que posee el ser humano. Desde el nacimiento, la visión nos va a permitir relacionarnos con el mundo que nos rodea, permitiendo así nuestro desarrollo físico, psíquico y emocional.
De ahí la importancia de dedicarle un cuidado especial y tener en cuenta una serie de recomendaciones para asegurar un adecuado estado de salud ocular de los más pequeños de la casa.
Los ojos del recién nacido no precisan de ningún cuidado especial si no presentan ningún problema. En cualquier caso, la medida más sencilla es lavarse las manos y mantener una correcta higiene antes de tocarle la cara, especialmente los ojos.
En los primeros años de la vida, los niños producen más mucosidad que los adultos, tanto en la nariz, como a nivel de los ojos. Debido a esta mayor producción, es habitual que, incluso en ausencia de patología, algunos bebés se despierten con legañas.
Para una correcta higiene limpiaremos los ojos con suero fisiológico, ayudándonos de gasas o toallitas estériles. En caso de que haya infección es importante usar una toallita o gasa distinta para cada ojo. No es conveniente aplicar ningún producto ni medicamento sin indicación médica.
En otros casos, puede que las legañas se acumulen por la obstrucción del conducto lagrimal o por una infección (conjuntivitis). En caso de que el bebé presente lagrimeo frecuente, secreción verdosa o amarillenta, párpados hinchados y/o enrojecimiento, deberemos acudir al oftalmólogo pediátrico, quien determinará el tratamiento más adecuado a seguir en cada caso.
La luz natural es importante para el desarrollo de la visión, de manera que el bebé no debe estar siempre en penumbra. Eso sí, durante los meses de primavera-verano es necesario proteger los ojos de la exposición solar mediante el uso de gafas de sol y gorros o sombreros.
Para estimular su desarrollo, es conveniente mostrarle objetos de diferentes formas y colores, especialmente colores vivos y con contraste. Otra recomendación es no tener siempre al niño en la misma estancia de la casa, para que pueda observar desde distintas perspectivas.
La maduración de la visión requiere de un largo aprendizaje que se inicia al nacer y culmina a los 8-9 años aproximadamente, siendo los 4 primeros los de mayor progresión. Cualquier defecto que provoque una mala visión de uno o de los dos ojos en esta etapa puede desembocar en un problema de ambliopía u “ojo vago”.
La primera exploración oftalmológica debe realizarse al nacimiento, para descartar la presencia de anomalías estructurales congénitas o problemas oculares severos.
Más adelante, y a pesar de no existir síntomas, es conveniente realizar un examen ocular completo por parte del especialista, a los 2-3 años de edad, para evaluar el segmento anterior y posterior del ojo, detectar posibles defectos de refracción y/o alteraciones en la motilidad ocular (estrabismo).
Lo que no aprendemos a ver en la infancia no se va a recuperar posteriormente en la edad adulta. No actuar a tiempo puede condenar al niño a tener un ojo vago de por vida, por lo que es vital el diagnóstico precoz.