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El impacto de la pandemia de la COVID19 ha acelerado el deterioro de casos de glaucoma en personas que ya habían sido diagnosticadas previamente, lo que, en algunas situaciones, les ha provocado una pérdida de su agudeza visual, que es irrecuperable. El temor para acudir a la consulta del especialista, así como la brecha digital en personas mayores para conectarse a través de vías telemáticas con su oftalmólogo son motivos que han precipitado esta situación.
Así lo constata la coordinadora del Área de Glaucoma del Centro de Oftalmología Barraquer, la doctora y cirujana especialista Maria Isabel Canut, también secretaria general de la Sociedad Española de Glaucoma (SEG), coincidiendo con el Día Mundial del Glaucoma, que se celebra hoy viernes 12 de marzo con el objetivo de concienciar a la población sobre el impacto de esta enfermedad crónica, que provoca una degeneración del nervio óptico.
El impacto del coronavirus ha causado “consecuencias muy graves e irreversibles en personas con glaucoma, que han sufrido una evolución muy rápida de la enfermedad y no han podido realizar el seguimiento por parte del especialista, lo que, en algunos casos, se ha traducido en una pérdida del campo visual”, según la doctora Canut.
Pese a que todavía no hay cifras que evidencien esta situación, un año después de la declaración de la pandemia, los oftalmólogos sí que han empezado a detectar en sus consultas un incremento de personas que habían sido intervenidas de glaucoma y que la situación del coronavirus no les ha permitido someterse a un seguimiento adecuado.
Una enfermedad silenciosa y segunda causa de ceguera
El glaucoma, que se calcula que afecta a 80 millones de personas en el mundo, es una enfermedad irreversible, provocada por el deterioro del nervio óptico, responsable de transmitir la información desde la retina hasta el cerebro. Constituye la segunda causa de ceguera del mundo occidental, después de las cataratas, y no tiene curación, por lo que llegar a un diagnóstico precoz y realizar un seguimiento adecuado son fundamentales.
A diferencia de otras patologías oftalmológicas, no suele provocar síntomas hasta que el afectado llega a etapas más avanzadas y cuando el daño ocular ya es significativo, por lo que se conoce como la enfermedad “silenciosa”.
Esto ocurre porque se produce, generalmente, una pérdida de visión lateral, que el paciente “no advierte porque suele utilizarse más la visión central, compensándola con ambos ojos”, asegura la doctora Canut.
Los expertos calculan que la mitad de las personas que la padecen todavía no lo saben, por lo que recuerdan la importancia de que la población, a partir de los 40 años de edad, se someta a una revisión ocular para valorar la presión ocular y del nervio óptico y descartar la presencia de glaucoma.
Tratamientos para frenar la progresión del glaucoma
Los principales factores de riesgo de la aparición del glaucoma son tener más de 40 años de edad, sufrir hipertensión ocular y tener antecedentes familiares de primer grado. Aun así, hay otras situaciones que pueden condicionar la evolución del glaucoma, como sufrir hipertensión arterial o enfermedades vasculares, miopía o diabetes.
Pese a ser una enfermedad incurable, la detección precoz y un tratamiento a tiempo mejoran ostensiblemente el pronóstico de la enfermedad y pueden evitar la progresión hacia la ceguera. Las principales terapias son tres, en base al avance de la enfermedad: un tratamiento médico-farmacológico, a base de colirios hipotensores, el tratamiento láser ambulatorio y la intervención quirúrgica, para los casos más evolucionados.
Todos estos tratamientos se llevan a cabo desde el Área del Glaucoma del Centro de Oftalmología Barraquer, liderada por la doctora Maria Isabel Canut, que también está implicada en otros proyectos, de difusión y conocimiento de la enfermedad, como los cursos impartidos en esta Semana Mundial del Glaucoma a través de la SEG (Sociedad Española de Glaucoma).