La cirugía del iris: avances y aplicaciones
24/12/2024
12/02/2018
El síndrome de dispersión pigmentaria (SDP) es una condición clínica en la que se libera, de manera anómala, una mayor cantidad de pigmento (el material que da color al iris).
Las personas que padecen este síndrome acostumbran a tener una configuración especial del iris y de la cámara anterior del globo ocular. Esta disposición hace que en determinadas situaciones, el iris friccione con otras estructuras y se produzca una liberación de gránulos de pigmento que se va depositando en las diferentes partes del ojo, especialmente en la parte anterior.
A la larga, estos gránulos de pigmento pueden obstruir el sistema de drenaje ocasionando problemas de presión intraocular y acabar desarrollando glaucoma.
En muchos casos los síntomas del SDP no suelen ser percibidos por las personas que lo padecen. Por ello son importantes las revisiones regulares oftalmológicas, donde se puede detectar la pérdida de pigmento mediante un examen ocular rutinario. Algunos pacientes pueden tener visión borrosa o halos, particularmente tras hacer ejercicio.
Existe mayor probabilidad de diagnosticar síndrome de dispersión pigmentaria en personas jóvenes, entre los 20 y los 40 años de edad. Afecta mayoritariamente a hombres, miopes, de origen caucásico y puede tener un componente hereditario importante.
Como comentábamos, padecer el síndrome no obliga a tener síntomas, por lo que es muy importante realizar revisiones periódicas con el oftalmólogo.
En una revisión ocular completa se puede diagnosticar este síndrome porque el ojo presenta ciertas peculiaridades, como un iris con una inserción más posterior o que la cámara anterior del ojo es más cóncava.
Además existen una serie de signos como la presencia de pigmento en diferentes estructuras oculares y la posible elevación de la presión intraocular. El exceso de pigmento es el que, a medio-largo plazo puede producir el denominado glaucoma pigmentario, que también puede ser diagnosticado con facilidad con las pruebas complementarias necesarias.
Los pacientes afectos de este síndrome deben realizar un seguimiento estrecho por su oftalmólogo para reducir el riesgo de desarrollar un glaucoma pigmentario.
El tratamiento del glaucoma pigmentario es muy similar al de otras formas de glaucoma de ángulo abierto. Dependiendo de la presión intraocular, del daño del nervio óptico y de la extensión de los síntomas y gravedad, el tratamiento puede incluir: medicación tópica (colirios) para reducir la presión, intervenciones con láser (trabeculoplastia láser o iridotomias) o incluso en casos más avanzados, cirugía.